Esta entrada enlaza un poco la idea que refleja Pablo en su entrada
Pensar es gratis, pero a veces cuesta, aunque desde el punto de vista del traductor que ha pensado y que recibe una corrección en la que no lo han apreciado, que también pasa.
De hecho, a mí me ha pasado dos veces en cuestión de dos semanas y la verdad es que a la segunda ya me he visto obligada a escribir algo sobre ello.
Esta entrada va dirigida a la gente que se dedica a corregir pruebas de traducción principalmente, aunque también a los que corrigen cualquier traducción y, puesto que no soy una experta en corrección, aunque lo he hecho durante años en mi trabajo, puede que mi planteamiento no sea muy técnico, pero es lo que considero adecuado para que la corrección sea eso: una corrección y no una retraducción u otro punto de vista.

En mi opinión, las correcciones deben basarse en distintos niveles: gramática, ortografía y estilo (adaptación al género y al contexto). El corrector no debe sentarse ante la traducción y cambiarla entera por cuestión de gustos si el traductor ha escrito correctamente (gramaticalmente y ortográficamente) y, además, se ha adaptado al género del texto y al estilo que corresponda a ese género y al contexto en el que se desarrolla la historia. Por ejemplo, me parece adecuado que un corrector no admita vulgarismos en un juego o texto para niños o que decida cambiar el tú por el vos en un texto sobre la Edad Media. Lo que no me parece adecuado es que cambie una palabra por su sinónimo si ambas son correctas enmarcadas en el contexto del texto o que se base en sus gustos personales para decidir lo que está bien o lo que está mal. Es decir, el corrector no debe basarse en "lo que le suene bien" sino en lo que es correcto o incorrecto porque es evidente que cada traductor al igual que cada escritor tiene su propio estilo y el corrector también tiene el suyo propio, lo que no significa que la traducción esté mal. Es decir, el primer principio es la objetividad. Cualquiera ha pensado alguna vez que si él mismo hubiera escrito un determinado texto, lo habría hecho de otra forma, pero eso no implica que no deba respetar el tratamiento que el traductor ha dado al texto. Cada texto tiene múltiples interpretaciones o múltiples formas de ser reproducido.
Asimismo, el corrector, sobre todo en el caso de las pruebas de traducción, debe ponerse en la piel del traductor. Es decir, cuando corrija la prueba, debe tener en cuenta el nivel de adecuación del traductor conforme al tiempo que tuvo para hacer la prueba y los recursos con los que contaba. No es lo mismo hacer una prueba el día de la entrevista, sin diccionarios y sin Internet, delante del entrevistador que hacerla dentro de un límite de tiempo o sin límite alguno.
A menudo, la prueba viene con unas instrucciones y al igual que el traductor debe tenerlas en cuenta (por ejemplo, seguir la terminología oficial de una determinada empresa), también debe aplicarlas el corrector a la hora de hacer su juicio de valor:

Por ejemplo, al traductor le han pedido traducir una serie de términos con un límite de caracteres, el corrector, por tanto, también tendrá que respetar ese límite. Parece muy obvio, pero la semana pasada, me pasó esto mismo, me devané los sesos pensando en cómo traducir una serie de términos y frases en un espacio muy reducido y después de dar con soluciones, que evidentemente no son tan buenas como las que propondrías si tuvieras más espacio, pero que eran válidas, el corrector me pone que por qué no he usado la palabra más obvia, la cual sobrepasaba el límite en, tranquilamente, cinco caracteres (¿por qué será?)
Otro caso es el que ya he mencionado, la empresa te pide que uses la terminología oficial de un determinado producto, tú como buen traductor buscas el manual y las traducciones oficiales. Las usas, como indicaban las instrucciones de la prueba, aunque, en ocasiones, no son la solución más bonita, pero sí la aceptada y el corrector te dice que suena mucho mejor otra palabra (a ti por supuesto, no se te había ocurrido...).
Para acabar, una empresa te pide que adaptes un texto conforme a las reglas de SEO para publicarlo en una página de aterrizaje, lo que incluye la repetición de las palabras clave en un determinado porcentaje. El corrector te devuelve el texto indignado porque repitas varias veces en tres párrafos la misma palabra en vez de usar sinónimos que quedan mucho más bonitos en castellano...

En definitiva, hay muchos traductores capaces de hacer un texto estilística y gramaticalmente correcto, pero no todos son capaces de hacerlo conforme a las instrucciones del cliente y es ahí donde la mano del corrector y su opinión deben resultar decisivas. El corrector va a ser el filtro y sus comentarios y correcciones van a determinar en gran medida si un traductor consigue un trabajo o no. Por ello, su labor es fundamental y muy importante para que la industria funcione y, por tanto, debe ser capaz de trabajar de forma objetiva, exhaustiva y profesional. Las empresas deberían elegir a los correctores con mucho cuidado, ya que una buena parte del peso de la decisión de si se contrata a alguien o no depende de ellos y las personas a las que una empresa contrata definen el futuro de esa empresa.