lunes, 25 de febrero de 2019

La traducción y la maternidad


Mi última publicación fue a principios de julio de 2017 y el 24 de ese mismo mes fui mamá y, entonces, mi mundo se puso patas arriba (para bien), pero el tiempo empezó a escasear y, por tanto, tuve que dejar el blog de lado. Ahora con una nena de 19 meses, he decidido que es hora de retomarlo (mientras su papá le está dando de comer y le oigo decir «mamá, mamá» a modo de excusa para no abrir la boca). Me costó un poco, pero aprendí a gestionar mejor mi tiempo ahora que mis prioridades han cambiado por completo. Ser autónoma tiene muchas ventajas a la hora de ser mamá, aunque también unos cuantos inconvenientes y me he dado cuenta de que este país no está hecho para ser padres desde el punto de vista laboral porque no te lo ponen nada fácil.

Para empezar, la baja por maternidad es demasiado corta: un bebé con cuatro meses no está preparado para no estar con su mamá, sobre todo si es lactante como ocurría con Sara, así que te ves obligada a buscar alternativas: pedir una excedencia (perdón, que somos autónomos y eso no existe) o a hacer malabares para combinar tu trabajo como mamá con tu trabajo como traductora. Puedo decir que yo tengo la suerte de contar con un gran equipo que me pusieron las cosas muy fáciles. No quiero ni imaginarme como es ser autónoma trabajando sola y, después de tu baja, pasar por un proceso de «recuperar clientes» porque, seamos realistas, los clientes no se casan contigo y aunque hay algunos que te esperan porque confían lo suficiente en ti, habrá muchos otros que decidan trabajar con alguien que esté todo el tiempo disponible. Para seguir, si eres socia de una empresa, tendrás que seguir pagando tu seguridad social durante el tiempo en el que estás de baja porque no podrás darte de baja como autónoma y las ayudas de maternidad como la reducción de la cuota de autónomos al dar a luz no serán aplicables puesto que la Seguridad Social/Hacienda entienden que tu empresa ha seguido funcionando, hayas o no recibido tú dinero. En una empresa pequeña, el hecho de que falte uno de sus miembros afecta mucho al flujo de trabajo y es muy complicado que se pueda mantener un sueldo sin que esa persona esté trabajando, así que al final, tener una empresa no se diferencia mucho del hecho de ser autónomo por tu cuenta en este sentido.

Si trabajas para otros, tienes la opción de reducirte la jornada hasta que el niño cumpla los 12 años, si no me equivoco, y eso te protege desde el punto de vista laboral. Si eres autónomo, reducirte la jornada solo va en detrimento tuyo, la protección es la misma y lo único que ocurre es que cobras menos o que no puedes dar servicio a algunos clientes.

No obstante, ser autónomo es compatible, por supuesto, con ser mamá, pero para ello tienes que armarte de paciencia y hacer encaje de bolillos con los horarios. Muchos dirán que tenemos la ventaja de poder trabajar en nuestra casa y, desde luego, es una ventaja, pero seamos realistas, con un bebé en casa, es prácticamente imposible trabajar si no tienes ayuda.
De cualquier forma, aunque parezca que todo lo pinto muy negro, creo que la clave y el consejo que quiero daros a los que os interese esta publicación es que colaboréis con otros traductores. No es necesario tener una empresa, pero sí colegas en el gremio con los que puedas colaborar en el tiempo en el que no estás trabajando. Puedes ofrecer a tus clientes que trabajen durante ese tiempo con otro colega en el que confíes y que sepas que será legal cuando vuelvas. De esta forma, ambos os beneficiaréis, ellos recibirán más trabajo mientras tú no estés y tú no perderás a tus clientes. Creo que es una opción muy factible porque el hecho de que seamos autónomos solo implica que no trabajamos para otros, pero sí podemos trabajar con otros.  Organízate, no estás sola y, como tú, muchas otras traductoras pasarán por lo mismo. ¡La clave está en saber pedir ayuda!