Esta vez
quería escribir sobre el famoso “cotejo y sello” de las agencias de traducción.
Como sabéis, es muy típico que, para ahorrar costes, las traducciones juradas
las realicen traductores no jurados y que después las sellen traductores
jurados. En principio, la idea no es mala, ya que la traducción, en teoría,
pasa por cuatro ojos: un traductor especializado en la materia y un traductor
jurado. El problema está en que hay traductores jurados que aceptan “cotejar y
sellar” y acaban solo sellando. En este caso, la traducción jurada la hace un
traductor que puede saber mucho sobre la materia, pero que no conoce las convenciones
que se aplican en traducción jurada, es decir, no sabe que hay que traducir y
describir los sellos, que hay que incluir ciertas notas cuando las
equivalencias no son exactas y que hay que describir el documento. No obstante,
si el procedimiento se realizara bien, esto no debería suponer un problema, ya
que luego entraría en juego el traductor jurado que se ha comprometido a
cotejar y sellar la traducción. Pero, ¿qué significa esto?
En mi
opinión como traductora jurada, aunque “cotejar” signifique únicamente
comprobar si la traducción se corresponde con el original, el traductor jurado
está asumiendo la responsabilidad de esa traducción al incluir su nombre y su
sello, por consiguiente, cualquier queja o problema derivados de la traducción
sellada por él van a terminar afectándole a él, aunque sea una agencia la
intermediaria. Por tanto, cuando un traductor jurado se compromete a cotejar y
sellar, debe ser consciente de que está asumiendo la misma responsabilidad que asumiría
si él mismo hubiese hecho esa traducción, ya que el traductor que realizó la
traducción permanece invisible, pero es el nombre del jurado el que aparece en
el documento. En definitiva, el
traductor jurado al comprometerse a realizar estas acciones se está
comprometiendo a mucho más que sellar, se está comprometiendo a convertir una
traducción simple en jurada y a responsabilizarse del resultado.
Hay
traductores jurados muy responsables, pero también he coincidido con otros
cuantos que se limitan a sellar ciegamente cualquier documento que les ponen
por delante. Lo que pretendo con esta entrada no es que se deje de llevar a
cabo este procedimiento, sino que se haga con conocimiento y consciencia. Dentro
de la traducción, creo que el traductor jurado sigue siendo una de las figuras
más respetada en cuanto a tarifas, pero dejará de serlo si se regalan los
sellos.
Completamente de acuerdo, Ana. Yo, como traductora jurada que soy, jamás pondría mi sello y firma a ciegas. Lamentablemente, parece ser que hay varios traductores y agencias para los que una traducción jurada es simplemente poner un sello y una firma y cobrarla unos céntimos más cara. Esto no nos beneficia a los traductores, porque se desvirtúa nuestra figura, ni a los clientes, porque corren el riesgo de recibir no una traducción jurada, sino simplemente una traducción con un sello y una firma.
ResponderEliminarGracias, Clara, por tu comentario. El problema está en que el cliente a priori no lo sabe. Creo que está en los propios traductores jurados la decisión de hacer bien su trabajo y no tirar piedras sobre su propio tejado.
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