sábado, 5 de mayo de 2012

Una lengua: una realidad

Llevo unos meses estudiando holandés y la verdad es que me parece un idioma muy curioso, sobre todo cuando visito Holanda y escucho hablar a la gente. En algunos casos, su pronunciación se semeja mucho a la nuestra (el sonido g), pero, por otro, sus conjugaciones se basan. en cierto modo, en el sonido de las vocales, algo que para un hablante de español puede resultar un mundo, ya que nuestros sonidos son muy, pero que muy limitados. El caso es que mi profesor de holandés es terriblemente malo o, al menos, es lo que me parece a mí. También hay que tener en cuenta que estoy estudiando holandés en Alemania y que los alemanes consideran el holandés como un alemán a la inglesa. Y precisamente a esto es a lo que voy. Mi profesor se pasa el día haciendo afirmaciones como: esto es igual que en alemán, el holandés es una mezcla de alemán y de inglés y compara cada punto gramatical con la gramática alemana. Supongo que eso me choca al no ser nativa alemana, pero si me paro a pensar cuando estudiaba inglés en España, pasaba algo similar y yo creo que ese es el mayor obstáculo a la hora de aprender un idioma: la comparación.

Por un lado, es natural que comparemos nuestra lengua y cultura con otras. De hecho, en mi vida diaria, me veo comparando cada cosa que como en Alemania, cada relación que tengo, cada cerveza que me bebo con lo que haría en España, así que cabe esperar que haga lo mismo con la lengua. Cuando empiezas a aprender un idioma, traduces todo mentalmente y no es sino a la larga cuando comienzas a pensar en el idioma, pero la comparación nos hace limitarnos, ya que debemos comprender que en distintas culturas, la realidad se percibe de otra manera y, como es natural, si la percepción es distinta, también lo es la forma de expresarla. Por ello, no podemos pensar en una estructura y tratar de entender la lógica que tiene esa estructura enfocándola conforme a nuestra gramática o nuestra forma de entender las cosas, sino que debemos tratar de entenderla dentro de su propia realidad y de la forma de pensar que tienen los hablantes de ese idioma. Un ejemplo es la doble negación del castellano o nuestros verbos ser y estar. En el caso de ser y estar para nosotros es muy lógico tener dos verbos, ya que se usan para cosas distintas, pero para un extranjero, las diferencias son muy difusas e incluso si tú mismo te paras a pensar cómo explicárselo a un extranjero, verás las mil excepciones que tenemos respecto a sus usos. Otro ejemplo que hay en alemán es una de mis palabras favoritas: Feierabend, que se dice cuando uno acaba de trabajar y ya tiene la tarde libre o Mahlzeit, que literalmente es la hora de la comida, pero que se dice tanto para desear que aproveche a alguien como para decirle que hola a la hora de la pausa y se responde del mismo modo. Es decir, para entender un idioma y estudiarlo, no hay que intentarlo comparar con el nuestro porque en la mayoría de los casos nos llevará a un callejón sin salida y nos sentiremos frustrados, sino que hay que intentar enfocarlo como lo que es: una realidad completamente independiente de la nuestra y buscar la lógica dentro de esa realidad.


No significa que los conceptos o términos que no existen tal cual en nuestro idioma o que no percibimos de la misma manera no se puedan traducir, sino que cuando traduces, lo haces para tu cultura y tienes que hacerlo dependiendo de la forma que tu cultura perciba la realidad, es decir, la traducción literal evidentemente carece de sentido y lo que traducimos es la idea, pero solo solo de la forma en la que esa idea tenga sentido en nuestra realidad.

2 comentarios:

  1. Interesante entrada, Ana.

    Sin embargo, a mí sí que me funcionaba hacer ciertas comparaciones al aprender idiomas porque, así, me ayudaban a entender lo que estaba aprendiendo y, además, me ayudaba a memorizarlo. Incluso comparándolo al contrario. Por ejemplo, con los géneros alemanes, no memorizaba "esto es femenino" sino "esto es como español" o "esto es al revés que en español". Simplemente, me era mucho más fácil asimilarlo.

    Lo mismo me ocurrió cuando hice ruso (el cual abandoné a mitad del primer año no porque no me gustase, sino porque había que dedicarle muchas horas de deberes y yo siempre he sido muy vaga para eso, ji, ji, ji). Había muchas cosas muy parecidas al alemán (declinaciones -aunque ellos tenían una menos, creo recordar-, palabras...). La similitud con el alemán hacía que el ruso me entrase mejor.

    Imagino que cada uno tendrá su método :)

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    1. Sí, si yo no digo que no sea más fácil, que claro que lo es, a lo que me refiero es que nos puede llevar a la frustración si nos chocamos con una realidad que no es comparable o incluso a equivocarnos por intentar que una gramática se semeje a otra. Creo que todo el mundo hacemos eso, pero sería genial que intentáramos explorar otros métodos de aprendizaje.

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